El Día del Negro

El Dia del Negro y de la Cultura Afro Costarricense, que se celebra cada 31 de Agosto, es cuando el corazón africano de Limón ruge con toda su fuerza, ritmo y alegría, donde la sonrisa de su gente delata lo orgullosos que se sienten de sus raíces, regalándonos un desfile de coloridos vestidos y trajes, adornos, peinados y tocados, haciéndonos viajar por las lejanas tierras de África y por otras épocas vividas por sus antepasados en las Antillas, reflejando el auténtico origen de la mayoría de los limonenses. Un desfile que recorre la ciudad con gran cantidad de gente y numerosas carrozas que vibran junto al sonido de las bandas y tambores, contagiando al resto del pueblo de Limón que se agrupa a lo largo de sus calles, disfrutando de un verdadero festival bajo un código de simpatía, amabilidad, respeto y originalidad.

El Día del Negro se estableció en Costa Rica por decreto ejecutivo durante la administración de Don Rodrigo Carazo con el fin de rescatar el valor de la cultura afro caribeña y recordar el papel que ésta ha jugado en el país, con el objeto de preservar y transmitir su legado a las nuevas generaciones. Se escogió el 31 de agosto en conmemoración de la Primera Convención Internacional sobre la Situación de los Negros, que concluyó el 31 de agosto de 1.920 en Nueva York, donde se promulgó ¨La Declaración sobre los Derechos de los Negros¨, idea impulsada por Marcus Garvey, quien defendió la idea de Africa como la patria legítima de todos los negros, quien queria lograr la confraternidad de los negros entre sí y de ellos con todas las étnias.

La historia del afro costarricense está llena de grandes hombres y mujeres, de sueños y luchas de liberación, de penas, glorias y esperanzas. Su trabajo y su esfuerzo contribuyeron mucho al desarrollo económico y su aporte cultural penetró profundamente en el país, y hoy día al igual que sus antepasados continuan enrriqueciéndolo y enseñándonos a valorar y a respetar la diversidad étnica de Costa Rica.

Fotografias de Paco Salmerón

Texto de Juan Carlos Lorite y Paco Salmerón