Indígenas de Talamanca
En la época precolombina Costa Rica era un puente de fuerte actividad comercial entre los pueblos aborígenes del Norte: Olmecas, Mayas y Aztecas, y los del Sur: Incas de Perú y Chibchas de Colombia. Aquí se fusionaron las culturas mesoamericanas y sudamericanas, que trajeron consigo valiosos conocimientos matemáticos y astronómicos, creencias religiosas, simbolismos, tradiciones y leyendas que enriquecieron culturalmente a la región.
La Cordillera de Talamanca es una enorme barrera natural cubierta de bosque tropical muy húmedo siempre verde, cuna de diferentes etnias indígenas, entre ellas la Bribri y la Cabecar, las mas numerosas del país, quienes aún hoy mantienen gran parte de sus manifestaciones culturales como idioma, creencias, arquitectura, tradiciones y artes ancestrales.
Muchos estudios han considerado a los Bribris y Cabécares como una sola etnia, su cultura tienen marcadas influencias amazónicas, especialmente reflejadas en el idioma de origen Chibcha, creen en un mismo dios, Sibú (Sibö), comparten la estructura de poder y mantienen un complejo sistema de parentesco de clanes matrilineales, donde la mujer cumple un papel importante y en los que la pertenencia al clan se hereda por la madre, al igual que el derecho a la tierra.
Los bosques y ríos de esta región han sido siempre el hábitat idóneo para los Bribris y Cabécares, a los que proporcionaba abundante caza, pesca y terrenos donde sembrar, permitiéndoles llevar una economía autárquica, basada en el aprovechamiento racional de los recursos naturales, así como una existencia en armonía con la naturaleza. La agricultura actual se basa en la producción de plátano, cacao y en menor escala maíz, frijoles, arroz, yuca y pejibayes. Crían a escala familiar, bovinos, porcinos, caballos y aves de corral.
A los indígenas les debemos el arte de hacer tamales, producto nacional típico a base de pasta de maíz con vegetales y carne que se cocina envuelto en una hoja de banano, y de procesar el cacao para obtener el delicioso chocolate. Su artesanía desde hace milenios ha tenido un uso cotidiano, cestería de bejuco, bolsas y mochilas de burío y pita, o calabazas para el transporte y almacenamiento de agua y alimentos, todo decorado con tintes vegetales, arcos y flechas hechos con madera de pejibaye utilizados para la caza y la pesca.
Entre sus manifestaciones culturales cuentan con un baile ceremonial, el “Sorbón”, donde hombres y mujeres forman un gran círculo moviéndose al compás marcado por los pies, símbolo de solidaridad y de su arraigo a la tierra, suele ser bailado después de que se realiza algún trabajo en comunidad, como el alzamiento de un rancho o la reparación de un puente colgante y es acompañado por la “Chicha”, bebida producida por la fermentación del maíz.
En la actualidad numerosos indígenas se han abrigado a las comodidades de nuestro tiempo, sin embargo otros aún viven en las montañas en ranchos que se caracterizan por el uso de materiales orgánicos en su construcción, como la chonta y madera de sus bosques, con techos cubiertos de hoja de palma suita amarrados con bejucos y fibras vegetales. Destaca la típica casa talamanqueña, de estructura cónica, que reproduce el universo creado por Sibú, su Dios.
Los indígenas se originaron de las semillas de maíz (Distö) que Sibú arrojó desde lo alto del cerro Namásul, en el Alto Lari, que germinaron y dieron vida a todos los clanes talamanqueños (Wak), clanes donde la historia, cultura e ideología son trasmitidas de generación en generación.
Estos pueblos indígenas tenían su propia estructura de poder y organización que en parte fue desapareciendo en el siglo pasado, aunque sigue viva en la mente colectiva de la población indígena. Junto a Sibú, creador de los indígenas, esta Surá, su esposa, el espíritu protector de mayor jerarquía. En la cúpula del poder se encuentran los Usekorpa o Usekör, máximos dirigentes político-religiosos, grandes y poderosos chamanes, únicos representantes de Sibú-Surá. Le siguen los Brupa o Bru, llamados caciques, jefes político-militares, se les pagaba tributo y eran los dispensadores de los bienes del pueblo.
Siguen en esta jerarquía los Tsokorpa, Sukias mayores, son quienes a través del tiempos han mantenido viva la historia, tradición y leyendas de su pueblo, son los encargados de transmitir la palabra del gran chaman, mensajes que cantan en las ceremonias y fiestas. Los Awapa, Awa o Sukias, son sabios curanderos, que tratan a sus enfermos con una conjunción de plantas curativas, psicología y sugestión, donde empleando piedras mágicas y cánticos rituales invocan a las energías telúricas para lograr la sanación. Otros son los Yeria, guerreros y cazadores, bravos defensores de sus territorios. Por último están los Kepra, el pueblo indio en general.
A lo largo de la historia Talamanca ha sido testigo de numerosas amenazas, luchas y actos heroicos para detener los sucesivos intentos por dominarla y colonizarla. Continuas luchas con las tribus Tariacas del Pacífico, invasiones de indios Zambos Miskitos, intentos de conquista por los españoles, de evangelización por la iglesia o de explotación por compañías extranjeras, son algunos de estos fallidos intentos. Después de más de 500 años Talamanca no ha sido totalmente conquistada.
En 1.977, bajo la ley indígena n.6162, se crearon las Reservas Indígenas de Talamanca. Entre las comunidades indígenas más importantes están Bratsi (Bambú), Suretka, Shiroles, Amubri, Kachabri, Bajo Coen, Coroma, Boca Urén y Mojoncito, comunidades que cada día son más accesibles al turismo. En Uatsi se puede visitar Rancho Grande, cruzar un puente colgante, visitar las cercanas cataratas de Volio y las plantaciones de plátano o cacao, adquirir artesanía típica y comprar cacao puro preparado con los métodos primitivos. La Comunidad Indígena Kekoldi, en Hone Creek, cuenta con un proyecto de reproducción y conservación de la iguana verde, en peligro de extinción. Los más aventureros se internan durante horas por los ríos fronterizos con Panamá y alcanzan lugares remotos como la comunidad de Yorkin, donde se brinda servicio de hospedaje, alimentación y tours en la zona, donde la civilización y el desarrollo aún no han dejado huella.
En Talamanca, sin duda, se puede vivir una experiencia para recordar siempre por la serenidad, paz y armonía que transmite su gente en un aire completamente puro. Atrévete a perderte en sus bosques encantados y a sumergirte en su cultura ancestral.
Fotografías de Paco Salmerón y Sophie Andrieux
Texto de Juan Carlos Lorite y Paco Salmerón