Puerto Viejo
Puerto Viejo tiene una magia especial, difícil de olvidar, los visitantes y habitantes permanecen fascinados por la increíble belleza de su selva, el hechizo hipnótico de su mar y la fuerte energía que se transmite en el aire, paraíso ideal para los amantes del sol y la naturaleza.
Old Harbour es el nombre original de Puerto Viejo con el que aparecía en los antiguos mapas piratas. Como todo puerto su historia siempre ha estado vinculada al mar, a la ida y venida de pioneros, viajeros, aventureros y al inevitable intercambio cultural que se dió entre los pueblos indígenas, los afro descendientes y otros provenientes de todas partes del mundo, enriqueciendo el patrimonio cultural y otorgándole al pueblo su actual ambiente cosmopolita.
De Puerto Viejo destaca su enclave natural donde se fusionan el esplendor del bosque tropical y la calidez del mar Caribe. A los originarios pueblos indígenas que habitan estas tierras se les unieron hace dos siglos pescadores de tortuga de origen afro caribeño con quienes comenzaron una relación comercial, un intercambio cultural y un mestizaje, debido en gran parte al aislamiento de la zona. Más tarde llegarían otras inmigraciones de afro caribeños llegados de las Antillas y en el pasado siglo gente proveniente de todos los continentes. Actualmente Puerto Viejo se ha convertido en un lugar cosmopolita que acoge a etnias de todo el mundo que comparten su día a día en un espíritu de paz, armonía y profundo respeto hacia la naturaleza.
Puerto Viejo es un cruce de caminos, ideal si buscas entrar en contacto con otras culturas y con la gente local, compartir, aprender de sus formas de vida, sus costumbres, sus intereses, sus necesidades y de su pausado ritmo de vida al que late el corazón del Caribe. Podrás practicar tu español, peinarte a lo afro, disfrutar del chocolate indígena, bailar salsa o merengue, comprar arte de Paris, ropa de Ibiza, darte un masaje thai, tomar un desayuno caribeño, un almuerzo francés y una cena japonesa, italiana, mexicana o del oriente medio, dando la vuelta al mundo con tus cinco sentidos sin moverte de Puerto Viejo.
No importa si buscas descanso o emoción, lo mismo puedes descansar en lujosos resorts escondidos en la selva que tomar el sol en sus hermosas playas, y si lo que te gusta es la acción Puerto Viejo será tu destino favorito, el escenario ideal donde podrás practicar una interminable lista de actividades tanto culturales como recreativas, deportivas, sociales o artísticas. Puedes practicar un turismo de salud y bienestar con meditación, yoga, masajes y dietas sanas, mejorar tu español en una escuela de idiomas o realizar un curso de cocina caribeña.
Si eres intrépido podrás vivir muchas experiencias, surfeando las potentes olas de Salsa Brava, deslizándote a gran velocidad por encima del bosque tropical en un vertiginoso canopy, cabalgar a caballo por la selva, ríos y playas, caminar por el bosque y descubrir sus secretos, conocer alguna catarata o difrutar de una inmersión de buceo para descubrir el fondo marino.
Si te encuentras con mas ánimo aventurero podrás explorar las montañas de Talamanca, una región selvática donde se aloja gran parte de la herencia cultural de los bribris y cabecares, donde podrás compartir con estas comunidades indígenas sus costumbres ancestrales.
Pueto Viejo es el mejor lugar para ir de compras, las tiendas de arte y souvenirs salpican con su variedad y calidad las calles del pueblo. Práctica el comercio justo comprando tus recuerdos del viaje o regalos a los artesanos locales o en las tiendas de arte del pueblo, obras realizadas por artistas locales con productos naturales como el coco, el bambú, semillas o conchas marinas.
Y si por la noche todavía te quedan fuerzas Puerto Viejo cuenta con una agitada y divertida vida nocturna con bares y discotecas en la playa para el deleite y diversión de todos, no te puedes perder un actuación en vivo de música calypso o una jam sesion, un coctel tropical a la luz de la luna, bailar reggae frente al mar Caribe envuelto en un aroma dulzon y bajo los acrodes del legendario Bob Marley, son vivencias que permanecerán grabadas en tu memoria. En Puerto Viejo nunca agotarás las opciones de diversión.
Al sur de Puerto Viejo se encuentran una sucesión de playas que no te puedes perder, Playa Cocles, a 1 kilómetro, es la mas cercana y popular entre los surfeadores, le siguen Playa Chiquita y las playas de Punta Uva, tal vez las playas mas hermosas de Costa Rica. En el centro de Puerto Viejo las mejores playas para bañarse son Playa Negra, el Chino y Salsa Brava, estas dos con pozas de aguas tranquilas protegidas por arrecifes de coral.
Playa Negra
Playa Negra es la que te da la bienvenida a Puerto Viejo, una enorme playa de arena negra, por su origen volcánico, que se extiende hacia el Norte hasta Puerto Vargas en el Parque Nacional Cahuita. En Playa Negra se encuentra el Lanchón, un antiguo muelle ya viejo y oxidado, que a modo de monumento local nos hace recordar tiempos pasados de la historia de Old Harbour.
Playa del Chino
La famosa playa conocida como El Chino es un emblema para Puerto Viejo, con piscinas naturales formadas por el arrecife, idóneas para disfrutar de un tranquilo baño frente a la antigua edificación que albergaba la pulpería más antigua y con más historia del Caribe, el Comisariato de Manuel León, El Chino, en el corazón de este singular y cosmopolita pueblo caribeño.
Playa Salsa Brava
En Salsa Brava se da uno de los mayores prodigios naturales de Costa Rica, un ola de estilo hawaiano, renombrada internacionalmente, que se forma en aguas profundas y rompe a derecha y a izquierda contra un afilado arrecife, es una de las mas técnicas, rápidas y peligrosas que un surfista pueda encontrar. La ola Salsa Brava, en Pueto Viejo centro, es solo apta para surfeadores avanzados.
La playa de Salsa Brava cuenta con piscinas naturales de aguas tranquilas entre los arrecifes y acaba de ser galardonada con la Bandera Azul Ecológica, gracias al esfuerzo de los vecinos y empresarios que se han dado a la tarea de mantenerla limpia y adecuada para los bañistas.
Fotografías de Paco Salmerón
Texto de Juan Carlos Lorite y Paco Salmerón